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Incendio de Castro de 1936 fotografiado por Gilberto Provoste


Imágenes del incendio de Castro de 1936 forman parte del Archivo de Gilberto Provoste Angulo (1909-1995). Estas fotografías retratan la voracidad del desastre, y captan, al mismo tiempo, el desconsuelo de quienes vieron sus casas y tiendas comerciales destruidas. La colección permite dimensionar la catástrofe de una ciudad que comenzaba a crecer en términos demográficos y arquitectónicos.

Un mito popular cuenta que antes de ocurrido el incendio, un animal (posiblemente un lobo de mar), se paseó por las calles centrales de la ciudad de Castro, hecho interpretado por algunos vecinos como la aproximación de una tragedia. Tiempo después, un incendio destruyó los edificios comerciales y las casas chilotas construidas en madera.

La madera constituye parte fundamental de la vida doméstica de los habitantes de Castro y de Chiloé, además de la esencia de su arquitectura, artesanías y embarcaciones.

Se dice que algunos incendios fueron provocados por fogones hogareños que alcanzaban la ropa tendida en el interior de las casas, lo que desataba posteriormente las llamas. (Urbina: 2010, p. 34).

Chiloé: una historia de incendios

Los incendios marcaron la historia de Chiloé. Son muchos los lugares de la isla que fueron arrasados durante el siglo XIX y XX. Quemchi, Castro, Chonchi y Ancud son las ciudades más emblemáticas.

En el caso de Ancud, los desastres de 1844 y 1859 ocasionaron la formación del Cuerpo de Bomberos de la ciudad, el segundo fundado después de Valparaíso, lo que dio origen a las distintas compañías creadas con el tiempo, entre ellas, la de Castro (Urbina: 2010, p. 35).

En términos arquitectónicos y urbanísticos, los incendios tuvieron consecuencias significativas en la reconstrucción de ciudades y pueblos. Luego de cada siniestro, las familias afectadas debieron trasladarse a mediaguas y a campamentos provisorios.

Después del desastre de 1936 se promulgó el proyecto de Ley de Reconstrucción de Castro para modificar el escenario de pobreza y precariedad imperante (Urbina: 2010, p. 39).

Fuego, viento y madera se convirtieron en la mezcla letal para edificios y viviendas de los habitantes de las distintas localidades de Castro.

La propagación de los incendios, en los pueblos y ciudades, se transformó en una consecuencia inevitable cuando una llama ardió por accidente o descuido.

Debido a la distancia geográfica, los problemas de comunicación impidieron que los isleños se enteraran tempranamente de las tragedias de las localidades vecinas.

No obstante, como un fotorreportero Gilberto Provoste documentó las consecuencias del incendio de 1936. Sus imágenes evidencian, de forma panorámica y global, el paisaje desolador de una comunidad que logró levantarse pese a las adversidades.

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Bibliografía

- URBINA, Rodolfo. El municipio y la ciudad de Castro : la corporación edilicia en la reconstrucción de la ciudad : desde el incendio de 1936 hasta el sismo de 1960. Concepción: Okeldán, 2012.